sábado, 24 de agosto de 2019

Ultramaratón, dolor, corazón roto y la cura

La meta: 75 km  (Ultramaratón en Waren, Müritz)

El sábado pasado salí en la motocicleta, 200 kilómetros me separaban de Waren en Müritz, punto de salida para el ultramaratón de 75 kilómetros que había planeado.

Todo bien, encuentro el lugar para recoger el número, he desayunado, mi cuerpo se siente bien. Nada parece poder salir mal. Incluso el clima está a mi favor: 16 grados, nublado.

Una veintena de maratonis y futuros maratonis está lista y emocionada. Todo pasa muy rápido: el regente de la ciudad nos saluda en la línea de salida, se toma la foto y da el disparo de inicio. Lo primero que sucede es que todos activamos nuestros relojes.

Y salimos como si fuéramos a dar un paseo, como si fuéramos tortugas. A diferencia del maratón, sabemos que la carrera no se acaba a los 42, y sabemos que el hombre del martillo… Ya no se encuentra allí sino después.

Es un ultra plano, "fácil" podría decirse. Muchas partes asfaltadas. Pocos desniveles, parte boscosa. Mi cuerpo calienta, está muy feliz. 10 km. Todo en perfecto orden. 20. 30 km. Me siento bien.

En el cuarenta ni me doy cuenta de que lo paso. Apenas le echo una mirada al reloj sobre los 45 km.

Me doy cuenta de que pasé la mitad. Ahora es imposible echarse para atrás y eso me motiva a seguir.
A veces me sigue un chico, a veces lo sigo yo. No dice nada, ni le digo nada, pero vamos juntos muchos kilómetros.

El error (que me rompió el corazón)
Llevo alternando en los puestos de bebidas entre agua y bebida isotónica. Sé que me toca beber isotónica y sé que pronto me dará un poco de hambre porque da la casualidad... que voy mucho más rápido de lo que he planeado: llevo un plus de 30 minutos… En el puesto de hidratación sólo hay refresco de cola y agua. Me digo ¿qué tanto es tantito? y sin mayor empacho me empino todo un vasito de refresco.

Los mandamientos
1. No probarás ropa nueva en distancia larga.
2. Te hidratarás antes de sentirte cansado/-a.
3. No beberás ni comerás nada que no hayas probado en los entrenos.

La debacle
El cuerpo lo sabe. ¿Qué hace de repente ese líquido raro en la tripa? Siento en la panza una piedra. Y pienso: qué no me dé diarrea por favor… Avanzo. No se va esa sensación. El estómago me duele.
Bajo el ritmo... mejora el asunto... Regresa. Es un dolor intermitente.
Pienso: en el próximo puesto tengo que tomar solo agua. Basta de experimentos. Esto tiene que pasar pronto.
En el siguiente, hay agua e isotónica. Me alegro, me llevo un vasito y sigo, pero noto que la panza está tan dura que me da miedo seguir revolviéndola.

Devuelvo el estómago...

Camino.

¿Qué está pasando aquí?

Reinicio. Paro. Reinicio. Camino.

En algún momento se tiene que ir el dolor, ¿o no?

El dolor decide quedarse y por mi cabeza pasan duras palabras contra mí. ¿Cómo pude haber echado a perder 3 meses de entrenamiento con un error taaaaan bobo? Estoy tan cabreada conmigo misma.
Y me da tanta tristeza...

Miro la hora, si sigo caminando -faltan 15 km- llegaré en tres horas. Si se me pasa el dolor, puedo retomar corriendo quizás los últimos 5 km. quién sabe, con un poco de suerte...

Y en mi cabeza las Matemáticas se pasean y me rodean y me quieren hacer olvidar que me arde el estómago y que ya no consigo caminar recto.

Es verdad, estoy mal.

Devuelvo el estómago.

Los salvadores (la cura)

Una familia que está apoyando a su equipo de relevos me ayuda, llama a los paramédicos, se quedan conmigo. Les digo que yo sigo caminando, no puedo parar... Solo me faltan 15 km.

La mujer me mira a los ojos, me toma de los hombros y me dice: Para ti esta competencia se acabó, ¿entiendes?

Su amigo me hace sentar, y cuando me siento, me doy cuenta de que mi cuerpo es una cáscara, que no tiene absolutamente nada de líquidos… Está hueco.
Esperamos a que lleguen a auxiliarme los de Cruz Roja pero... no llegan, tardan 40 minutos. Me da un frío fuerte, la sra. que me auxilia se quita su chaqueta y me la da, también me da sus pantalones. Estamos en alguna parte de la reserva natural del enorme lago Müritz y los rescatistas no pueden pasar. Claro, no hay caminos para ellos.

Mandan a dos motociclistas, que se pierden, luego nos encuentran. Me llevan en la moto, todo el tiempo que nos movemos que son sólo tres kilómetros, voy diciéndome: No lo vomites, no lo vomites, pobre paramédico, no lo vomites. Por fortuna, la tripa me hace caso. Llego bien. Paramos en un pueblito para que me recoja la ambulancia.

Esperamos. Una mujer me da agua, bebo. Y apenas la bebo, desaparece toda.
La mujer me pregunta si estaba corriendo, me dice: Jutta?  Le digo que no, que Jutta es la persona que me ha prestado la chamarra y los pantalones; que yo iba corriendo.

-Te faltó poco. Eres una campeona.
Y me duele en el alma el comentario. Porque mi cabeza sigue mordiéndome y me sigue reclamando: ¿para esto pediste ayuda? Pienso que los paramédicos tardaron tanto que tal vez, sólo tal vez hubiera llegado al kilómetro 63... ¿por qué no?

La ambulancia llama a los motociclistas y dice que no nos encuentra, nos damos cuenta que están esperando en otro pueblo. ¿Estoy en Alemania?, pienso. Y no puedo creer que sean tan... descuidados.

Llaman otra vez: un corredor se ha puesto muy mal y tienen que ir por él antes de pasar por mí. Tardan.

Cuando llegan, miro el reloj: carajo. Entre cruz roja y paramédicos han pasado casi dos horas... Y yo me siento mejor.

Pero mis datos mienten: mi presión está baja. Subo a la ambulancia. Un hombre de 60 o 70 años está en ella con oxígeno.

-¿En qué kilómetro te quedaste? -me pregunta.
-En el sesenta -contesto y casi me tiembla la voz de la tristeza y rabia que siento.
-Yo en el 53 -dice.

Y nos miramos: y sólo nosotros dos podemos entender el sufrimiento del otro. La pérdida, el vacío, el choque que nos está produciendo haber "fallado". Todo el maldito tiempo invertido que le robamos a los amigos y a la familia... ¿no sirvió de nada?

El chico de la ambulancia nos mira, gira la cabeza y dice:
-¡Corredores! Deberían de estar felices de que están bien. Otros no han corrido con tanta suerte hoy.

Y lo dice en un tono, en el que sé que no está mintiendo.

Respiro. Me miden la presión, me hacen preguntas. Sin querer volteo y me miro en el retrovisor.

Sólo en ese momento me doy cuenta: estoy mal. Estoy muy mal. No me reconozco casi de lo pálida que luzco y la cara me ha adelgazado bastante.

Me dicen que debo deber agua y que si consigo beber dos botellitas que me dan sin devolver el estómago, me puedo ir siempre y cuando haya gente esperando por mí.

Llamo a Jutta y me recoge. Se alegra de verme. No me dice que me veo bien, sólo me dice que me veo un poco mejor. Me manda a su casa, donde me ducho, luego me duermo y ya, sobre las ocho, me levanto para cenar. Todos me saludan, me conocen por lo que les ha contado Jutta.

Y me hacen preguntas, no paran de preguntarme cosas, de la carrera, de México, del entrenamiento, de mí...

Y la charla se vuelve amena y no puedo creer que suerte tan grande tengo: estoy con gente amable, que me abre las puertas de su casa, que me invitan para el próximo año … Soy el honguito de la suerte, la verdad.


Despertar
Despierto, las piernas se sienten bien. Estoy que no me lo creo: 60 kilómetros y apenas siento ligerísimos dolores musculares. ¿Es esto verdad? Me levanto, hago un par de sentadillas. Joder, estoy bien. Mi cuerpo aguanto bastante bien los 50 corriendo y los 10 km restantes entre caminando y corriendo.
Desayunamos. Y parto a casa.

Todo el camino agradezco la suerte inmensa que he tenido.
60 km no son tan malos, me digo.

El cielo está escampado, el aire de la autopista me hipnotiza y pienso: la próxima lo tengo que hacer mucho mejor.


Apostilla
Mi cuerpo regresa a mí: dos caminatas con mi perrita de 2 horas cada una.
Ayer 8 km
Hoy 10 km
Después de la carrera, es antes de la carrera
Pero esta vez me prepararé mejor, no correré como chiva loca agotando toooodas sus reservas. Esta vez fortaleceré también la cabeza y haré estrategia. Es una cuestión de tiempo y disciplina... Paciencia, esta vez no era tu turno.

4 comentarios:

  1. Chivita loca! 60 km ö qué aguante! Honguita de la buena suerte, lo vas a lograr, ya verás!

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  2. Siempre serás mi ejemplo a seguir. Com quisiera estar a tu lado por si se te baja la presión, si te da náuseas, si cualquier cosa... siempre te quiero

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    1. Graaaaacias :-) corrimos juntas. Recuerdas? Fue precioso.

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