martes, 26 de julio de 2016

Cerca del cielo - Pirineos

Una parte de disfrutar correr es apreciar otros deportes como el senderismo o el ciclismo. En esta ocasión tuve la oportunidad de ir a los Pirineos.
En algunos momentos estuve del lado aragonés y en otros del lado catalán. Hubo tiempo de visitar algunos poblados y otros no tan poblados.




Está de más decir lo agotador que puede ser un día entero en la montaña sujeto a grandes cambios climáticos. No tiene la facilidad del correr: uno agarra sus tenis, ropa ligera y ya se empieza a ejercitar. En el senderismo no, hay que tener un poco más de paciencia, prepararse mejor. Aguardar el momento del primer paso para mucho después; apenas con la mochila encima y luego de haber recorrido mentalmente los preparativos, la ruta y después de echarle un vistazo al clima también.
 
 

A pesar de eso, también sobra decir que las vistas merecen la pena. Que el caminante tiene esa tranquilidad; posee ese estado contemplativo hacia afuera que deja apreciar mucho mejor el paisaje.



 Y... dan ganas de correr, de volver a la montaña que nos dejó conocerla y subir corriendo, jadeando, con el corazón hinchándonos el pecho y sin saber muy bien cuándo se nos acabará el aliento. Correr en la montaña es casi un acto de comunión. Sí, para aquel no lo ha probado, sin duda exagero.



Pero pocas veces uno siente tanto el cuerpo, tan vivo como en la montaña haciendo algo tan minimalista como caminar.





Caminar, andar, correr. Así de fácil puede ser la vida.