domingo, 16 de septiembre de 2018

5 Cosas que cambian cuando sales a correr con perro

En las últimas ocasiones he tenido la oportunidad y la fortuna de salir acompañada por Mala Rodríguez, mi mascota. Con dos años recién cumplidos y una batería que se recarga continuamente es la mejor compañera que pueda desear una corredora.

Aquí resumo cómo ha influenciado mi manera de correr.

1. Mi equipo y accesorios: ya no veo la necesidad de salir con reloj deportivo (éste se queda en casa). Pero dos accesorios imprescindibles han llegado a la rutina: su correa y las bolsitas para llevar la caca que hace (a las cosas por su nombre).

2. Mi entrenamiento: cuidar de Mala hace que ponga atención a otras cosas y que de repente el reloj celador de cuanto paso doy, me sea completamente prescindible. Mala lo sustituye por una buena dosis de sorpresa: con ella no se puede planear todo. De repente, te exige un sprint que te saca de ritmo y que te hace soñar que todavía tienes treinta y que puedes correr como una salvaje a su lado -olvidando, claro está, que al día siguiente los dolores musculares van a pulular por todo el cuerpo. O te hace volver sobre tus pasos, o hace de un trote corto uno que se extiende al infinito -porque si hay algo que no se puede hacer en este mundo es romperle el corazón a un perro y cortarle el paseo cuando más lo disfruta.

3. Mi ego: es posiblemente lo que más ha cambiado, no importa cuánto intente cansarla, siempre tendrá más batería que yo aunque me permita ganarle en uno que otro sprint. Creo que se ha dado cuenta de que intento vencerla al menos en uno y a veces, como si me leyera la mente, frena y me deja ganar. Mala me ha enseñado que eso del ego bien que se puede hacer bolita como si fuera papel y tirarlo a la basura. No sirve para nada al correr. Y menos en las escaleras...

4. El trayecto: Sí, es práctico tener un trayecto fijo, se sabe distancia y el cuerpo está como en automático... Pero con Mala eso vaya que es aburrido. Gracias a su colita sé que debo salir de la rutina y entocnes debo esforzarme por buscar trayectos nuevos. Si su colita se mueve, es porque ella está emocionada y entonces se pone a oler todo cuanto estamos atravesando con una pasión que es difícil de transmitir pero que me contagia y me alegra enormemente. Salir de mis rumbos me hizo ver cuán rápido se está gentrificando mi barrio, lo que es un aspecto negativo. Pero también me hizo rever las calles, los parques, la arquitectura de la ciudad. Me hizo redisfrutar el paisaje, los peatones. Me hizo pues, reabrir los ojos a la rutina y eso curiosamente lo sintió mi cuerpo: "¡Ajá! ¡De eso se trataba correr! De moverse y no sólo en el cuerpo, también en la cabeza, en la mente.

5. Correr mismo: Esto me lleva al quinto punto que es el más importante. Mala me obligó a cuestionarme por qué me gusta correr. Me recordó que antes que una rutina, o una manera de mantenerse sano, correr es algo que me da placer, correr es mi afición y esa es la primera razón por la que sigo practicando este deporte. Y cuidar de eso no siempre es gratuito. Ayer que venía con Mala a toda velocidad (mi máxima velocidad, no la suya, por supuesto) lo recordé de la mejor manera posible: con el pulso agitadísimo, la respiración descontrolada y unas ganas de volver a salir como hace mucho no tenía.

Gracias, Mala, mi entrenadora personal.