Nueve de la mañana: nublado. Poco viento. Seis grados. Me preparo. Salgo sin embargo a las diez de la mañana. Un paseo por el bosque, paso por el primer lago, Krumme Lanke, no hay nadie. Qué raro... Berlin, what´s going on?
Me estaré perdiendo algo espectacular en la ciudad? No hay una sola alma... A la hora me topo con una señora haciendo nordic walking. Luego con familias y perros. Sí. Ya me extrañaba: un día soleado y nadie disfrutando el tiempo.
16 kilómetros. Tengo dos posibilidades: volver o seguir al segundo lago, Schlachtensee. Sigo, continúo. Un hombre me rebasa. Oh no. No consigo rechazar el duelo y nos vamos los dos, prácticamente como corredores siameses. El lago refleja la luz del sol, su superficie todavía está repleta de grandes placas de hielo. Algunos niños buscan ramas largas y consiguen sacar pedazos gigantes. Los decoran, los rompen. Voy a no más de un metro de distancia de mi rival. Sonrío. Es más fácil para mí, perseguir que ser perseguida. Lo segundo me agobia. Terminamos el segundo lago, paso al lado del hombre. Según yo, en estos 5 kilómetros no ha notado mi presencia. Pero me equivoco. Voltea hacia mí y me dice: buen trabajo. Sonrío. Y sigo. Falta la mitad.
Nuevamente frente a la Krumme Lanke, con un clima grandioso, fresco, un viento ligerísimo que refresca. 7 grados. Un hombre en sentido contrario pasa en pantalones cortos y camiseta. Está completamente rojo del frío o del cansancio. Todos voltean a mirarlo.
Veinte kilómetros. Dos turistas están perdidos y yo rápidamente miro hacia los lados para escurrírmeles. No quiero detenerme y ayudarles. Lo siento, no quiero parar. Dios, no hay forma de evitarles y yo soy la única alma perdida que les puede ayudar. Vale, sin detenerme mucho contesto sus preguntas y sigo.
24 kilómetros. Me duelen un poco las plantas de los pies. Mis pasos se hacen más cortos cada vez.
25. Llegó la caballería: vienen por mí y me obligan a terminar los 6 kilómetros restantes. En el parque de siempre, Volkspark. Tanta gente que tenemos que salir de las zonas bonitas y meternos al fango. 28. Ya falta tan poco, y en un momento de entusiasmo comienzo a correr más. Ya quiero llegar a los 29.
29. Ya. Ya falta nada, nada. Solo 400 m. Otro poco más. Ya. Así. 30... Y ahora a enfriar.... a paso lentísimo, luego caminando. Qué domingo.
Fantástico entreno, de esos que te ponen las pilas para un par de días.
ResponderEliminarLas fotos preciosas.
Un saludo.