Salí a
correr escuchando la radio, sobre todo porque salí sola. No me gusta mucho
escuchar música cuando voy por más de 20 km. Le dejé en la primera que sintonizó el
teléfono: “Miled”, de Toluca. Tres horas fueron suficientes para darme cuenta
de la basura que puede ser una estación de radio.
La primera
hora, hora todavía para los que están casi a punto de irse a la cama, luego del
gran reventón son las últimas canciones de tecno. Entre bloque y bloque de
canciones aparecían spots del gobierno de la república, donde el presidente
hablaba sobre sus reformas. En el spot él habla de forma muy amistosa, no como
si hablara a ciudadanos; sino como a personas tontas que necesitan que les
expliquen hasta lo más básico.
El spot no
sólo me enervó. Lo que me pareció inverosímil es la forma tan flaca de proteger
sus reformas; donde nunca se dan datos y sólo se establecen castillos de arena
(que por desgracia no habrán de alcanzarse ni en corto, ni en el mediano
plazo).
Un spot
tras otro. En eso se va el dinero del gobierno: en tatuar en los oídos de los
mexicanos que sus reformas (algunas de ellas vendepatrias) que a todos nos va
ir muy bien, que vamos a contaminar menos, y con el tiempo (en dos años) vamos
a ver el gran ahorro en la luz. Este es un país que le daba vergüenza decir
públicamente que padece de pobreza, dice el presidente. Pero ya no hay que
preocuparnos, porque con su plan que combate el hambre, la cosa va a mejorar:
Sí, su plan atiende a 3 millones de personas de escasos recursos. No hay que
olvidar a los 39 millones restantes. Porque eso sí: pobres hay 42 millones. Y
tampoco hay que llevar el plan a zonas “visibles” nada más. Para que uno se
confunda con la visión de que se está haciendo algo: faltan zonas aisladas, en
desastre. Eso también hay que atender y no nada más las zonas que los votantes
ven.
Uno tras
otro, tras otro. Y la cosa se puso mucho peor... Entre los mensajes para bobos
donde habla el presidente, se intercalan spots donde la gente está feliz por
las buenas reformas: “me dijeron que contaminaremos menos”, “supe que bajaría
el precio de la luz”. ¿Son esos argumentos? ¿Son esas fuentes: los rumores y la sapiencia venida de la nada?
No señor,
conmigo no. Puede usted ponerme esos malditos spots pero no me voy a tragar que
NO hubo discusión en muchas de las reformas y que la rudeza de varias (sea
necesario o no cambiar la situación) va a tener repercusiones inmediatas y
desastrosas en ciertos sectores poblacionales. Usted no dialogó, no argumentó,
no expuso la necesidad de las reformas. Y tanto es así que sus spots me dan la
razón. Su estrategia es idiotizar a la gente para que uno acabe con la tonadita que fueron buenas decisiones.
Luego
mientras yo me peleaba con esa situación, me pregunté: ¿es la gente realmente
manejable a ese nivel tan básico? Y el siguiente programa me dio la respuesta. Los hermanos Yañu, que
atienden cuestiones esotéricas me cortaron el habla. El programa en turno lo conducían videntes.
El formato -grosso modo- era el siguiente: La gente se comunicaba diciendo
–recalco- exclusivamente la fecha de su nacimiento y el tipo les adivinaba el
problema: veía que el marido, que el hermano que no se qué tenía energía
negativa en su cuerpo. Pero no se preocupe, decía, tráigamelo y yo le daré la
solución.
El tipo
salvaba pacientes terminales de cáncer y problemas renales... Hacía al adúltero casto, al desahuciado, sano; y a la fea, bonita. Bueno, casi.
No paró ahí el asunto: El
siguiente programa vino a pisotear mi humor: un doctor naturista vendía un
concentrado que literalmente lo curaba todo. ¿No está enfermo usted? Sí, usted,
no es necesario que tenga diabetes o colesterol. Tómelo porque yo sé que usted
va por mal camino, ¿o no? Dígame, ¿no se tomó hoy una coca?
El tipo al
decir esto ¿qué hace? Prácticamente el mensaje es éste: Aliméntate como si no
te importara tu cuerpo, descuídalo, agrédelo, no lo cuides. Porque yo tengo el
antídoto para lo que te va a causar enfermedades.
No es
gratuito pues que la cocacola tenga un mercado fiel y seguro –tal vez se acaben
los guadalupanos algún día pero los cocacoleros nunca- aquí en México.
Ojalá algún
día –y que ese día llegue pronto, de ser posible mañana- llegue gente con una
buena ética a esa estación de radio: gente responsable que no cure
milagrosamente, que no le dé porquerías a la gente para aliviar sus penas.
Ojalá que algún día llegue gente que le hable CON SINCERIDAD a su público y
también le diga sus verdades: Que si está gordo es porque se alimenta mal; que
si pierde el trabajo, es porque es un haragán; que si se enferma es porque sus
hábitos son incorrectos.
Ojalá...
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