La semana pasada fui con mi padre a correr nada
más y nada menos que al Nevado de Toluca. Aprovechamos el viaje para sacar a
los perros también.
Comenzamos poco antes de las diez de la mañana.
Un día antes había llovido a cántaros, por lo cual el Nevado le hacía honor a
su nombre y realmente estaba nevado. El aire ligero, hacía sol. Pero a 3500
msnm no se siente tanto.
Los primero kilómetros fueron una verdadera
penitencia, si no fuera porque los perros me miraban con cara de “no nos vamos
a parar, así que sigue que todavía queremos pasear”, entonces habría dado
vuelta antes. Seis km terminados a 4050 msnm.
Qué delicia, descansar un kilómetro y luego...
para abajo, lo que no es menos complicado porque uno ya va cansado y además hay
piedras sueltas.
Fuimos ayer nuevamente, conseguí avanzar un
kilometrito más. Y la próxima vez voy por los 7.500.No digo con esto que me quiera ya concentrar en esta vertiente de la corrida. Pero me gusta mucho correr por ahora allí. Aguantar. Seguir a pesar de que viene una curva y detrás de la curva sale otra y otra y otra dando la sensación de que uno no avanza y la cosa no termina nunca.
Aquí mismo se ve cómo realmente eso no termina nunca... Ojalá un día llegue a más de la mitad. Abajo a la derecha se ve ya el cráter del Nevado con las lagunas. De verdad un lugar único para entrenar por eso no es raro ver montañistas, ciclistas, motociclistas, corredores, senderistas y familia así no más, para hacer picnic...
Me gusta sentir que mis piernas se esfuerzan desde el primer kilómetro. Tal vez porque ya se habían acostumbrado a correr en plano, porque ya conocían las rutas. Ahora siento que el cambio me hace bien y claro, me sorprende: volver a kilometraje bajo pero con mucho esfuerzo.
Qué lujo los que vivimos de este lado: Cerca tenemos al monstruo (D.F.) para ir cuando valga la pena, también se tiene al ladito un montón de lugares para hacer ecoturismo.