jueves, 30 de mayo de 2013

Cinco kilómetros

Donde uno se da cuenta que hay  un límite. Donde uno reconoce que ir por más ya es trabajo, disciplina, seriedad. Donde uno descubre que es complicidad con el deporte.

5 kilómetros en 22 minutos. Donde di todo y no me quedó un gramito más de energía. 5000 metros donde era evidente que mejorar es imposible sin cambiar hábitos.



Lluvia que auguraba una de esas "netas deportivas"... Una sensación de inestabilidad. El corazón latiendo duro. Explotando. La respiración controlada a grandes esfuerzos.

22 minutos que no voy a mover. Y lo sé. No puedo bajarlos, no puedo quitarles 30 segundos. Ni veinte. No como como, no como duermo, no con mis hábitos, no sin trabajar grupos musculares.

Y allí está la puerta de la decisión. ¿Qué tanto me importa bajar esos 22 minutos?

¿Cuánto?

domingo, 12 de mayo de 2013

miércoles, 8 de mayo de 2013

Düsseldorf 2013 - Here we go


(demasiado personal, pero aquí lo pongo)

Llegó el día M.

Repetí el maratón de Düsseldorf. Es que aquí tengo un equipo profesional que trabaja el aspecto psicológico y me hace llegar a la meta.
La estrategia es muy sencilla, la hemos discutido varias veces cuidadosamente y cada persona tiene una función fundamental para que yo llegue perfectamente motivada a la meta.
El primer paso consiste en que debo olvidarme para qué fui a Düsseldorf y comienza así: cuando llego a la ciudad y veo la torre de televisión, en la central de trenes entonces se apodera de mí una sensación de dudas que no consigo quitarme de encima. Cuando pasa eso empieza entonces “Operación Düsseldorf”.
Llego a casa de mis amigos, dos caritas sonrientes me reciben, la pequeña J. y su hermano mayor Jo. Son tan juguetones y tiernos que comienzo a relajarme. No paran de jugar, de molestarse entre sí, de cuidarse uno al otro. Sus papás están allí, leyéndoles algo o jugando con ellos. Y siento de repente que el tiempo no pasó tan rápido. Y que ellos siguen como las frescas lechugas que conocí durante la maestría y que amablemente me invitaron a comer un platillo del sur con pasta y lentejas. La prima K. también hace acto de presencia, sí, la prima no puede faltar. Esta vez no es un juego: he traído la artillería pesada: los niños, sus papás y la prima.
La Operación Düsseldorf consiste en dejar pasar el tiempo, no pensar, no planear. Charlar, más o menos ver quién estará en qué kilómetro y ya. Se cocina, se come, se brinda. La prima y yo nos quedamos como espectadoras de los niños que para entonces ya saben hacer y decir mucho más desde la última vez que los vi.
Domingo por la mañana torturo a mi prima levantándome a las seis de la madrugada. Encuentro a M. en la cocina, charlamos y yo desayuno lo más que puedo. Los demás comienzan a levantarse. M., Jo. y yo salimos en bicicleta. Poco a poco se vuelve más real todo. Otra vez saliendo al lado del Rin, otra vez las filas de corredores, unos estirando, otros poniéndose un poco más de ropa. 8 grados.
Me separo de M. para ir por mi número y mi chip -como buena mexicana lo dejo todo al final. Quedan 15 minutos para salir. No me encuentro en la lista. Jolines.
¿Qué pasó aquí? ¿Será que cometí la burrada de no inscribirme y lo olvidé? Lo cual no sería nada raro en mi caso. De la nada sale M. y ve mi cara de tristeza, pero él en un tris me encuentra. Qué bien.
10 minutos. Recibiendo la bolsita de las sorpresas con la cual luego puedo recoger mi camiseta y otras tantas cosillas. M. tiene que sostenerme un poco los alfileres porque yo estoy como novia de pueblo: para cada movimiento necesito concentración y no consigo siquiera fijarme el número en la camiseta. 8 grados, vuelvo a pensar, mis manos están completamente frías, mi nariz seguramente está roja y de repente siento la espalda fría.
5 minutos para comenzar. Con el número en la camiseta, estirando, en la fila de los sanitarios para sacar por última vez el miedo. Ya estoy aquí, ya estoy aquí. Me digo: "y en menos de cuatro horas se acabó todo". Sí. Eso me digo porque estoy a punto de irme hasta el  último grupo: el de más de 4:30.
No, no. Me repito y agarro a la cobardica de mí por el cuello y la llevo hasta su grupo: entrenaste para 3h 45 min, ahora no hay marcha atrás. Punto. Se acabó. Y si no lo consigues: está bien. No va a ser el fin del mundo.
M. me desea suerte y me saca fotos, Jo. me abraza y yo me aferro a él. Y le confieso al oído que estoy más nerviosa que nunca.
30 segundos para el comienzo. Aplaudimos todos, brincamos, elongamos. Estamos allí: se ha cerrado la ciudad entera por tantos maratonis y futuros maratonis. Todos sonreímos y se nos llena el pecho de emoción. Diablos, las piernas quieren salir corriendo como nunca.
Me repito mi estrategia: tiempo constante hasta el km 32, luego aumento velocidad.
5 segundos. Los.
Ay dios, ¿y si no entrené suficiente? ¿y si debí salir con las zapatillas viejas? ¿por qué me traje las nuevas? Primer kilómetro: Tengo frío. Me duelen las manos y la espalda.
Kilómetro seis: es absurdo. ¿por qué me hice esto una segunda vez? Pero es más absurdo parar en el kilómetro 6, digo. Se entendería en el 28, en el 35. Pero no en el seis. No.
10 km. El sol sale y me quema los hombros y la nariz. Qué bien que no traje tanta ropa. Pasando hacia Neuss, se cruzan entonces los tramos de 10 y 20 km. Pasan de vuelta los profesionales a nuestro lado: un grupo de 30 africanos que más que corredores parecen un enjambre. Aplaudimos. Todos aplaudimos. Esos no son humanos. No pueden serlo. Lo que hacen es extraordinario.
20 km. A un kilómetro del mediomaratón. Por desgracia llevo un minuto de retraso. No es mucho, pero no quiero que se haga más grande esa distancia y decido no beber agua en cada puesto, sino cada 8 o 10km.
21 km. Un medio maratón en el bolsillo. Qué feliz me siento.
Mis amigos me sorprenden: choco la palma de Jo. y K. Nada puede salir mal ahora. Nada.
28 km. A dos kilómetros de la barrera psicológica de los 30... y cerca del “hombre del martillo”. Pero no me siento intimidada: miro el reloj, la primera buena noticia: haré menos de las 4 horas. Mi primera meta está allí, casi palpable.
Siento que puedo correr un poco más rápido, y decido dejar a mi grupo en el km 31. Avanzo a mi ritmo.
Y de repente pasa: una sra. me rebasa por el lado izquierdo. Ah, no. Esto no puede quedarse así. No, no. Aprieto el ritmo. La persigo hasta alcanzarla. Pero ella se para en seco y se mete como un rayo en los sanitarios....Carajo... por eso iba tan rápido la sra... Porque tenía cuentas pendientes con sus esfínteres...
¿Y ahora qué hago? ¿Me le pego a esta rubia ”miren que buen tempo tengo”? O intento buscar mi paso?

9 km. faltan y el tiempo comienza a estirarse. Vamos, 9 km. Ya estás allí. Un señor robusto se me pega. Jolines: me gusta colgarme de otros corredores pero no me gusta que se me cuelguen.
Aprieto el paso y me deshago de él.
La rubia se me perdió. No me di cuenta de cuando me pasó.
37 km. Faltan cinco km. ¿Me atrevo? Vale. Decido incrementar la velocidad. Pero las piernas ya no dan. De verdad que no. Y es ahí cuando siento que no entrené intervalos. Lo sé, lo sé. Pero siempre son un rollo. Mi abdomen no aguanta y de mi intento forzado de bajar a 4,50 m/km, sólo sale un 5,03 o a veces un 5,08. Más no doy. Carajo, pinches intervalos. Pinche abdomen.

39 km. No voy a aguantar, ya no siento las piernas. No quiero aflojar el ritmo.
En la curva del km 40 no hay público y allí pasan cosas terribles: un japonés dice sayonara y se despide de su sueño maratoniano en el km 40. Qué triste.
200 m después a la rubia la encuentro con dolores de caballo; y terminando el 40 veo dos hombres más que deciden llegar caminando.
No los veas, no los veas.
Y miro hacia arriba y veo que al final, el tiempo fue perfecto. No hace frío, no hace viento.
Qué triste ver a esos corredores. Veo uno más y no consigo quedarme callada y lo conmino a seguir.
¿¿Qué?? ¿¿Cómo??
Apenas 40 km 500m. ¿Midieron bien? Bajo la cabeza. Y una abuela me dice: Ánimo.
Sí, ánimo. Voy a hacer menos de cuatro horas, menos de 3hr 50. Lo logré. Lo que no conseguí la primera vez y me traumatizó durante 2 meses: allí está. Así que a disfrutar: corre, corre.Y cierra esos 3 meses de entrenamiento con la cabeza arriba.
800 m
700 m
400 m - allí está. Sonrío como una tonta. Allí está. Y miro el reloj: Si hago un sprint alcanzo a hacer 3 horas 41 minutos.
200  - corrijo el paso. No, no. eso del sprint... no es lo mío. Y dejo que el tiempo siga su marcha.
100
50 -nadie a mi lado: el animador dice mi nombre: vamos Gritsel.
20 Sí, voy. Ahí voy.
0 llegué. Y se me salen lágrimas de la emoción.
Qué felicidad