En las últimas semanas una modorra
irrefrenable que se expande por mi cuerpo, por mi casa, por mi despacho, en las
calles, en mi humor.
Todo es gris, como mi mirada, mis comentarios,
mis cumplidos, mis pasos, mis compras, mi comida.
Y viene entonces aquella hora que con nada se
llena, ni con dormir, ni con comer, ni gastando la vida entera haciendo
compras.
Salgo, me muevo, llueve. Gris es todo. Gris es
el camino a pesar del verde que escupe las calles. Gris mi paso, gris mi ritmo,
a pesar de los crotos que se burlan de mí.
Gris es el lodo. Mis zapatillas verdes. Mi
camiseta roja. Allí voy. Y no recuerdo cómo es el gris aunque lo acabo de ver.
No me hace falta. Ya no.
Salí a correr.
PD: ¿Será que este deporte en algún momento
dejará de sorprenderme?